Ángeles enrojecidos de ira
unidos en celestial nube
surcan los cielos
mirando bajo sus alas
como el mundo se destruye
Calles vacías de risas,
almas vagando entre días,
pasos perdidos entre
asfalto de cadáveres
Árboles con sus ramas
desprotegidas
del verde resplandor de sus hojas,
que ya no portan los nidos
de aquellos trinos
que hablaban a tu oído
Soles que no pueden traspasar
el umbral de los carámbanos
de hielo en que se convirtieron
los corazones de los seres
que hoy habitan
el mundanal mundo,
ya sin sentido,
ya sin sentimientos

Nube roja portadora
de la sangre de sus lágrimas
ante el acecho de
monstruos sin amor,
viendo como caminan
hacia la destrucción,
de aquel sueño
del que un día
el hombre fue portador.

María Glez. Méndez.

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